jueves, 24 de mayo de 2012

La medicalización de la vida


Don Benjamín González Miranda, Licenciado en medicina y cirugía por la Universidad de Oviedo, especialista MIR en Medicina Familiar y Comunitaria, Máster Interuniversitario en Bioética.

Trabaja, desde 1987, en el Servicio de Urgencias del Hospital de Cabueñes (Gijón). Preside el Grupo Promotor del CEAS (Comité de Ética para la Asistencia Sanitaria) de dicho hospital.
Vendrá a la USC el jueves 31 de mayo.


"Parto de mi experiencia como médico de Urgencias (trabajo en el hospital de Cabueñes desde 1987, primero el MIR de MFyC y luego siempre como adjunto del Servicio de Urgencias), de una observación (la creciente medicalización de la enfermedad pero también de la salud, de la muerte y, en general, de la vida en los últimos 20 años, reflejada también en los cambios de las urgencias), de  una constatación (la respuesta sanitaria genera también iatrogenia, daño y eventos adversos y puede estar contribuyendo a aumentar las diferencias entre los sanos y los verdaderamente enfermos y a una mayor injusticia entre fuertes y débiles) y de una preocupación (el posible papel legitimador que en todo ello podamos tener los profesionales sanitarios, especialmente si hay colaboración o silencio).
En el seno de nuestra sociedad consumista e insolidaria hace juego el concepto reduccionista de  la  salud  que  propone  la  OMS  (“no  solo  la  ausencia  de  enfermedad  sino  el  completo bienestar físico, mental y social”), dejándola en manos exclusivas de la medicina, los sanitarios y la industria de la salud, concebida preferentemente como negocio que tiende a anteponer los intereses de ciertos accionistas a las necesidades y prioridades de los ciudadanos.
Es ahí donde encaja la medicina del deseo y la obsesión por transformar en enfermedad o en problemas médicos lo que no son más que problemas naturales o circunstancias de la propia vida. Convertimos factores de riesgo (incluso el riesgo de estar en riesgo) en enfermedades o preenfermedades (prediabetes, prehipertensión, preosteoporosis...). Asistimos a continuas bajadas en los límites o umbrales diagnósticos (colesterol, diabetes, HTA, asma, test mentales...), resultando así muy difícil que haya alguien sano (y el que así se considere lo será por ignorancia de que está enfermo o  porque aún no se ha hecho un análisis o un test genético).
En toda esta medicalización peligrosa, que puede matar, intervienen diferentes elementos (industria,   profesionales   sanitarios,   medios   de   comunicación,   políticos,   administración sanitaria, población y asociaciones de enfermos, la corrupción...). En el libro se hace un repaso a los encuentros reales de los médicos con la industria (prescripción, información y visita médicas, formación continuada, congresos, regalos, hospitalidad, atenciones comerciales, sobornos...) y también a códigos éticos, deontológicos, normativas y leyes.
La última parte se dedica al  análisis y reflexión bioéticos, tanto sobre nuestras interacciones con la industria como sobre la medicalización y la hipertrofia de la prevención. Se constatan, a modo de conclusiones, que éstas son maleficentes y afectan al principio de autonomía, el de justicia y otros principios (de solidaridad, de responsabilidad...); que es necesaria la ética de la prescripción pero también un nuevo concepto de salud en el que tenga cabida lo solidario. Se sugiere algún quehacer sobre los hechos y sobre las causas: desmedicalizar o no medicalizar, combatir   la   medicina   y   la   política   sanitaria   defensivas,   promover   el   principio   de responsabilidad y el de precaución, el “primum non nocere” y la prevención cuaternaria... En definitiva, avanzar hacia unas mejores prácticas de todos los implicados, más independientes, libres y saludables, con el objetivo del bien común"